El Papa Francisco dedicó la catequesis de la Audiencia General de este miércoles 22 de diciembre a la Navidad, "el evento del cual no puede prescindir la historia: el nacimiento de Jesús".

"Queridos hermanos y hermanas, quisiera invitar a todos los hombres y las mujeres a la gruta de Belén a adorar al Hijo de Dios hecho hombre. Cada uno de nosotros, acerquémonos al pesebre, que encuentre en su casa o en la Iglesia, o donde sea, e intente realizar un acto de adoración en el interior: yo creo que Tú eres Dios, que este niño es Dios, por favor, dame la gracia de la humildad para poder entender", dijo el Santo Padre.

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A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, a pocos días de la Navidad, quisiera recordar con ustedes el evento del cual no puede prescindir la historia: el nacimiento de Jesús.
Para observar el decreto del emperador César Augusto, que ordenaba registrarse en el censo del propio pueblo de procedencia, José y María van de Nazaret a Belén. Nada más llegar, buscan en seguida alojamiento, porque el parto es inminente; pero lamentablemente no lo encuentran, y entonces María se ve obligada a dar a luz en un pesebre (cfr Lc 2,1-7).

Pensemos: ¡al Creador del universo no le fue concedido un lugar para nacer! Quizá fue una anticipación de lo que dice el evangelista Juan: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron» (1,11); y de lo que Jesús mismo dirá: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58).

Fue un ángel quien anunció el nacimiento de Jesús, y lo hizo a los pastores humildes. Y fue una estrella la que indicó a los Magos el camino para llegar a Belén (cfr Mt 2,1.9-10). El ángel es un mensajero de Dios. La estrella recuerda que Dios creó la luz (Gen 1,3) y que ese Niño será "la luz del mundo", como Él mismo se autodefinirá (cfr Jn 8,12.46), la «luz verdadera [...] que ilumina a todo hombre (Jn 1,9), que «brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron» (v. 5).

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